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In Alvaro’s Words

¡Crónica de un Vuelo Aterrador en Pleno Veranillo!

Estimados amigos y amigas participantes en el taller en Lapa Ríos el pasado lunes,

En primer lugar quiero agradecerle a John y a todos, por el día tan agradable que pasé en su compañía en ese extraordinario sitio del Planeta. Ahora la crónica.

Hace unos días, cuando le dije a John que no me gustaba volar en invierno, y menos a las cuatro de la tarde, me dijo: “estamos en veranillo” y yo... me la tragué...

Ese lunes, Ronald Sanabria y yo llegamos a Puerto Jiménez a las 4pm, cuando ya se sentía en el aire el olor a tormenta. En la oficina del hotel nos informaron que los pilotos andaban comiendo algo y, que de por si, no podíamos despegar en ese momento por el mal tiempo en toda la zona. Recuerdo decirle a Ronald que yo, aunque fuera en carro, tenía que estar en San José a las 6am del día siguiente para una cirugía de hernia en el hospital Calderón Guardia.

En ese momento no capté bien su mensaje, pero después de lo que pasamos, entendí muy bien que Ronald estaba haciéndome una leve pero sentida sugerencia para que regresáramos por tierra, cuando me dijo: si usted quiere don alvaro comenzamos a manejar ya...hay! si no hubiera sido por mi hernia...

Los pilotos aparecieron, y desde que llegaron se concentraron en observar el radar en el internet...y yo, de bruto, me acerqué a ver qué entendía y a hacer preguntas. Como ustedes se imaginan, esa ruta la conozco como la palma de mi mano...lo único que logré entender no me gustó.

Definitivamente no había sitio en el radar que no estuviera en rojo vivo, con muy pequeños y convulsionados espacios negros a lo largo de cualquier línea de nuestra ruta hacia la capital. De pronto se oyó la orden: vámonos...ya eran las 4 y 30pm y todo estaba oscuro, y al unísono con la orden de abordar, cayó la tormenta sobre el aeropuerto.

Yo ya estaba en la cabina de 4 asientos, esperando que Ronald se cambiara de ropa, para su clase en la universidad a las 7pm..pero cuando llegó, ya no era el mismo Ronald que yo conocía, y estoy seguro que él vio otro don alvaro...los colores de su cara y posiblemente la mía, eran una mezcla inter-cambiante entre verde, blanco marfil y otros tonos.

Para peores, cuando los motores empezaron a roncar para el despegue, oí la voz de Ronald que decía.. se está metiendo el agua por la puerta... a galillo pegado alertamos a los pilotos, quienes simplemente le dijeron que se pasara de asiento y el se colocó al frente del mío, viendo hacia atrás.

Desde el instante en que despegamos hasta el feliz momento en que aterrizamos en el Juan Santamaría, porque el otro aeropuerto estaba cerrado desde que despegamos, nunca paró de llover en forma abundante y estruendosa..y cuando le pregunté a un piloto que si nos llevaban al aeropuerto de Pavas, me dijo...acaban de cerrarlo. Durante el brinco, porque no se puede llamar vuelo... nunca pudimos observar nada más que nubes negras y gris oscuro.

Por momentos el avión descendía y luego subía, se movía de derecha a izquierda y hacía giros inesperados en nuestro rumbo...yo solo pedía que Alguien nos acompañara, pero las posibilidades, a mi juicio, eran como 50 y 50, o fifty-fifty como dirían los gringuitos..

Durante todo el trayecto, Ronald y yo parecíamos más un par de perros pastor alemán, con la lengua afuera y respirando profunda y continuamente, como si el oxígeno se nos estuviera acabando.

Yo temblaba de pies a cabeza, el frío y mi terror, no me permitían quedarme ni un momento quedito...temblaba y temblaba como si tuviera una fiebre altísima...

Pero, cuando vi las centellas de la rayería a los lados de nuestra frágil burbuja a miles de metros de altura..ya yo no temblaba, lo que tenía era una especie de terremoto corporal, hipotermia, y la terrible aceptación personal de que posiblemente aquellos eran mis últimos momentos de vida...y así fue durante todo el eterno viaje.

Al rato, un rato eterno, observé que al frente del avión se asomaba una luz en la distancia..y al rato, un rato muy largo...observé que la luz tenía forma de cruz...una de dos pensé, o es la cruz de Alajuelita, o es nuestra triunfante y merecida entrada a la gloria después de una muerte inadvertida..Lo único bueno de esta última posibilidad, era que ya no tendría que pasar por el sufrimiento de una cirugía..aunque no estaba seguro de que en el cielo no me iba a doler la hernia..

Cuando la cruz ya era gigantesca, y Ronald ya había pasado por todos los colores del arco iris, le dije que volviera a ver hacia adelante, que viera la cruz encendida...

Y, como si estuviera viendo el mismitico Dios me dijo, don alvaro es el aeropuerto!!! haciendo a la vez un gran esfuerzo por regresar de ultratumba..y del veranillo de John.

Tocamos tierra y yo no podía creerlo, y si no hubiera sido por la lluvia, me hubiera incado a besar el pavimento, a besar la vida, a besar cualquier cosa..

Cuando le dije a los pilotos que muchas gracias por mantenernos vivos, les dije también que tenía un frío terrible allá arriba, y uno de ellos, quien tiene cara de ser un niño, me respondió “si, veníamos a 6 grados centígrados”

Moraleja: nunca confiemos en el pronóstico del tiempo de John, nunca nos montemos en un avión en pantalones cortos y sin abrigo, y exijamos a la aerolínea que nos de cobijas y que nos instruyan sobre las condiciones y maldiciones que nos podremos encontrar en la ruta.. pero definitivamente...de Puerto Jiménez a San José, a las 4 y 30pm y bajo una tormenta...nunca jamás..

Nunca supe si Ronald llegó a tiempo a dar su lección, pero al día siguiente, todavía estando en esta Tierra, le tuve que poner mi cuerpo a una persona desconocida, quien metió cuchillo en mi pancita, una experiencia no menos aterradora que el vuelo...pero de la cual ya estoy en recuperación, todo gracias a John y a su veranillo.

Abrazos y besos,

alvaro