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In Others’ Words

Alejandra Monge

4 Mayo 2015

Álvaro irradiaba su pasión por los parques nacionales de este país y su carisma lo hacía contagioso! Cuando empecé a trabajar en conservación con la Fundación Corcovado, tuve la oportunidad de conocerlo a través de la Coalición Corredor Biológico de Osa. La Península de Osa se encontraba en una de sus épocas críticas y al igual que 30 años antes, Álvaro puso manos a la obra para detener la cacaería, la orería y la tala que la amenazaban.

Poco después asumió la Dirección del Área de Conservación Osa y se dedicó a buscar financiamiento para mantener los esfuerzos de los programas a su cargo, principalmente del programa de control y protección. Nuestra organización le servía a Álvaro de apoyo para llevar estos esfuerzos y él no dejaba piedra sin mover!

Trabajar con Álvaro era increíble, porque todo lo manejaba a puro corazón. Cuando se enojaba o se frustraba no tenía pelos en la lengua para decírtelo. Recuerdo una vez que le llamé para decirle que en un vuelo a Osa, había observado muchas quemas y deforestación y que estaba desanimada. “Nada de desanimada! Las cosas están mejor que antes. Yo vengo llegando de llevar donantes a Guanacaste y venían emocionados de ver la gran cantidad de áreas reforestadas, y como hemos mejorado en la última década. Usted no sabe cómo era la cosa antes!”. Claro que me avergoncé muchísimo, sabiendo las luchas que él y personas como él realizaron para transformar este país en lo que es hoy.

Álvaro no se andaba por las ramas, ni conmigo ni con nadie. En el último foro en la que estuvimos hace un par de años, cuando el Ministerio de Ambiente y el Instituto Costarricense de Electricidad plantearon el proyecto para segregar 1000 hectáreas del Parque Nacional Rincón de la Vieja para hacer extracción geotérmica, Álvaro se levantó y lleno de dolor dijo:

Yo hubiera preferido estar muerto a oír de un proyecto que significara segregar un parque nacional, que decepción siento de ustedes,

dijo refiriéndose a los panelistas. Solo le faltó que hubiera sostenido su corazón en sus manos.

Sin embargo, más que nada Álvaro me hacía reír. Siempre tenía una salida simpática… como cuando yo le decía que venía con el pelo parado porque, qué relajo esto o lo otro! Siempre me decía “Imagínese como estoy yo, hasta el pelo se me cayó!!”.

Me encantaba cuando hacíamos algún trabajo desde su casa en Zapote. Primero el cafecito de rigor que nos tomábamos en la cocina, siempre planeando y él siempre preocupado por este país, por algún proyecto de ley. Luego nos sentábamos en la sala a trabajar, yo me reía de verlo mientras él buscaba en el desktop de su computadora algún documento. Entonces me decía “Yo todo lo guardo en el desktop, porque todo me parece importante.”

Álvaro siempre me hizo sentir que mi aporte era valioso para la conservación de este país, siempre creyó en mí y en la Fundación Corcovado. La semilla que plantó en nosotros es inolvidable y permanece salva en nuestros corazones. Por el dolor que causó su muerte, sé que Álvaro dejó decenas de semillas plantadas como lo hizo conmigo y con nuestra organización.

Álvaro Ugalde fue una persona increíble, cuya pasión y compromiso con los parques nacionales inspiró a muchísimos costarricenses que tuvimos la suerte de conocerle. Pero su obra llegó a miles más que no le conocieron, pero que han conocido y conocerán las áreas protegidas que este visionario nos legó.

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Álvaro, Alejandra Monge, Jim Damalas
(Nov 2006)